Las medidas contra el racismo en las aulas deben tratarse de forma transversal, implicando a toda la comunidad educativa y adaptando las dinámicas a cada edad.
La Real Academia de la Lengua (RAE) define al racismo como la “exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive”. En la práctica, el racismo se manifiesta a través de la discriminación y actitudes negativas hacia otras personas o grupos de forma no siempre premeditada. Gran parte de la complejidad del racismo es que se produce de muchas formas y que las personas con esas actitudes suelen negarlas (a veces por no ser conscientes de ello). Por eso, es importante abordar la cuestión del racismo en la escuela y desde las aulas, siempre en función de cada nivel educativo y tanto en la educación formal como no formal.
Según los datos publicados en el Diario El Sol de México, “México perdió en cuatro años más del 80 por ciento de los jóvenes extranjeros que llegaban a estudiar y cayó dos posiciones en el ranking de países destino de formación académica debido a la violencia que impera en gran parte del territorio nacional“.
Así mismo, señala que “En el ciclo escolar 2022-2023 llegaron a México 43 mil 348 estudiantes extranjeros, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), mientras en el ciclo escolar 2018-2019 llegaron a estudiar al país 228 mil 442 jóvenes de otras nacionalidades, es decir una reducción de 81 por ciento en sólo cuatro años”.
¿De qué manera se manifiesta el racismo en las aulas?
La manifestación más clara del racismo se produce cuando una persona es agredida por su procedencia, religión o color de piel con la justificación de que hay “razas superiores”. Esta concepción biológica ha quedado en un segundo plano primando ahora la visión etnocentrista en la que se considera que hay culturas superiores a otras.
Estas actitudes xenófobas a veces no son tan obvias y fáciles de identificar porque están muy interiorizadas y normalizadas dentro una sociedad. De hecho, hay quienes hablan de microrracismos para referirse a manifestaciones racistas cotidianas cuya normalización es tan habitual que pasan desapercibidas aunque sean una forma más de discriminación. De ahí la importancia de saber detectarlos desde el ámbito escolar para ponerles fin y no se conviertan en formas de violencia más grave.
El racismo en la escuela puede manifestarse de muchas formas. Además, hay que tener en cuenta que este tipo de actitudes no son estáticas, ya que varían en función de la actualidad y de cómo recibimos esa información (por ejemplo, xenofobia hacia la comunidad asiática tras la pandemia por COVID-19).
Herramientas para abordar el racismo desde las aulas
La escuela es un espacio clave en la transmisión de valores. A la hora de abordar el racismo es importante hacerlo de forma transversal, implicando a toda la comunidad educativa, a las familias y adaptando las actividades/acciones a las diferentes edades. Aún así, hay una serie de cuestiones comunes como son los valores de respeto, tolerancia, aprender a dialogar, reconocer la diversidad como algo positivo y enriquecedor…
Además, hay que tener en cuenta que trabajar sobre esta cuestión no debe ceñirse únicamente a la formación formal —colegios de Infantil y Primaria o secundaria, sino que también debe abordarse desde espacios de educación no formal como academias, fundaciones, ONGs, consultoras, etc. Para ello, es fundamental la formación especializada de los docentes como la impartida en la Maestría en Educación Inclusiva e Intercultural de UNIR México.
Entre los puntos claves de una educación que apuesta realmente por la interculturalidad y abogue por acabar con el racismo en las aulas estarían:
Pensamiento crítico
Aprender a pensar es una cuestión compleja que debe plantearse ya desde las edades más tempranas. El reto es saberlo hacer con coherencia, siendo críticos con nosotros mismos y nuestro entorno, aportando creatividad y reflexión. Para ello, desde los centros educativos, y en función de cada edad, deben fomentarse actividades de debate, la escucha activa, facilitar que en clase participen todos los alumnos y no solo los que se ofrecen como voluntarios… Además, es importante incidir en aquellas cuestiones que nos unen respecto a los compañeros y no poner el foco en las diferencias.
Empatía
Hay que partir de la base de la importancia de saber identificar y gestionar nuestras emociones, una cuestión que afecta a nuestro desarrollo personal pero también profesional y social. Para desarrollar la empatía se puede optar por actividades en las que se promueva conocer a los compañeros, sus gustos, aficiones… También es importante fomentar el respeto a la intimidad y los sentimientos de los demás (no coger cosas que no son nuestras sin permiso, cuidar los objetos que nos prestan…) y organizar tareas en grupo que requieran de la colaboración entre varios.
Sensibilización hacia la pluralidad cultural
Se trata de invertir los términos y ver lo enriquecedora que puede llegar a ser la multiculturalidad. Debe realizarse desde el propio currículo, ya que, en el contenido de las materias, el etnocentrismo sigue teniendo un gran peso. También es importante fomentar el plurilingüismo e incidir en la importancia de todas las lenguas.
Entre las actividades concretas que se pueden llevar a cabo:
Tutorías entre iguales (para etapas a partir de Primaria)
Alumnos de cursos superiores son tutores de estudiantes del primer curso para ayudarles en su adaptación al centro, detectar posibles problemas de violencia o racismo, conflictos…
Plan de acogida
Con acciones de bienvenida, entrevistas para conocer la formación previa del alumno, dinámicas grupales para que se incorpore a la clase, asignación de un compañero-tutor…
Actividades cooperativas
El trabajo en grupo contribuye al diálogo, a saber negociar, ceder, llegar a acuerdos… Además, es una oportunidad para descubrir que todos tenemos algo que aportar y que sumando aptitudes se conseguirán mejores resultados.
Historias reales
Como el caso de Rosa Parks, a través de libros, películas o proyectos de aula.
Acciones comunitarias
La implicación de la familia en la educación debe hacerse extensiva a la comunidad del centro, incluyendo a colectivos minoritarios.
En conclusión, los centros educativos, independientemente de su nivel o tipo de enseñanza, son una pieza clave para lograr una sociedad más inclusiva, democrática e igualitaria. La formación adecuada de los docentes es fundamental para poner fin al racismo en las aulas y fomentar la interculturalidad.