Conocer los tipos de violencia escolar es fundamental para abordar este problema tanto dentro como fuera de las aulas. En UNIR México analizamos los puntos clave.
Según el plan internacional de la Unesco, alrededor de 246 millones de niños y adolescentes sufren algún tipo de violencia escolar. Cuando platicamos de ello, englobamos todo comportamiento que conlleva agresión física, psicológica, acoso verbal o amenazante dentro del entorno educativo. Analizaremos en detalle los distintos tipos de violencia escolar que se presentan en las aulas y sus implicaciones
Estas agresiones se pueden llevar a cabo en las instalaciones del propio centro, durante las actividades extraescolares, cuando la víctima va de camino a la escuela (o de la escuela a su casa) o a través de las redes sociales.
Como destaca el informe desarrollado por la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras y la OCDE, nuestro país se sitúa en lo más alto del podio cuando nos referimos a casos de acoso escolar: 8 de cada 10 niños lo sufren.
Antes de mencionar los tipos de violencia en la escuela, comenzaremos por definir y entender qué es la violencia escolar y la diferencia entre esta y el acoso o bullying.
La Maestría en Educación en línea con su Certificado en Acoso Escolar de UNIR México enseña a enfrentarse y prevenir situaciones de bullying, mejorar el clima educativo y garantizar que las aulas sean entornos seguros para todos. Del mismo modo, la Maestría en Prevención y Mediación de Conflictos en Entornos Educativos te capacitará como docente a identificar cualquier tipo de caso de bullying y saber cómo afrontarlo dentro del aula.
¿Qué es la violencia escolar?
La violencia escolar es cualquier acto de agresión física, verbal o psicológica que ocurre dentro del entorno educativo, incluyendo peleas, amenazas, vandalismo y conflictos entre estudiantes o entre estudiantes y el personal escolar. Estos comportamientos disruptivos pueden ser esporádicos o sistemáticos, afectando negativamente el ambiente de aprendizaje y la seguridad de todos los involucrados.
La violencia escolar y el acoso escolar son dos fenómenos relacionados pero distintos en el ámbito educativo. El acoso escolar, también conocido como bullying, se caracteriza por ser un comportamiento repetitivo de intimidación, hostigamiento o exclusión dirigido hacia una o más víctimas específicas.
Mientras que la violencia escolar puede ser un evento aislado y circunstancial, el acoso escolar implica una dinámica sostenida de abuso y victimización.
Tipos de violencia escolar
La violencia escolar de manifiesta de diferentes formas, desde agresiones físicas y verbales hasta el acoso psicológico y el ciberacoso, cada tipo de violencia escolar presenta desafíos únicos que afectan tanto a estudiantes como a educadores.
Mobbing, pero en la escuela
Para platicar de violencia escolar solemos evocar el típico caso de un “matón” que, apoyado por su séquito, hace mobbing al compañero “más débil”. Sin embargo, por violencia escolar también se entiende las agresiones de un profesor hacia un alumno y, atención, del alumno hacia su profesor.
La violencia escolar es un problema que afecta a ámbitos y edades muy diferentes: desde adolescentes de centros situados en zonas desfavorecidas social y económicamente, hasta alumnos que proceden de familias de clase social media y alta en cursos de Primaria e, incluso, entre universitarios.
El bullying y la ley del silencio
Entre los tipos de acoso escolar más comunes está el bullying o acoso escolar, que se produce cuando el acosador (o acosadores) intimida y hostiga repetidamente a su víctima hasta conseguir el aislamiento y exclusión social de esta última. Estas amenazas y agresiones verbales ganan intensidad de manera gradual y suelen producirse en privado: cuando el acosado se encuentra solo en el patio, en los baños del centro o a la salida de clase.
También, es frecuente que la víctima oculte la situación por la que está pasando a su familia, profesores y compañeros. El acosador, al no sufrir ninguna consecuencia, refuerza su poder sobre la víctima y el acoso se encrudece con el paso del tiempo.
La famosa serie de televisión 13 Reasons Why muestra muy claramente este fenómeno, conocido como: “la ley del silencio”. Factores como el miedo del niño/a de que las amenazas se cumplan tras denunciar la situación, la sensación de culpabilidad, de que nadie le ayude o crea, la baja autoestima o los síntomas de depresión llevan a la víctima a callar y encubrir al acosador.
Ciberbullying y el efecto cómplice
Cuando la violencia en las aulas se traslada al mundo digital se le denomina ciberacoso escolar o ciberbullying. El acosador, bajo el escudo protector de la pantalla, aprovecha las redes sociales y los grupos de WhatsApp para instigar, burlarse y difundir bulos sobre la víctima.
Aunque este maltrato psicológico no derive en un enfrentamiento cara a cara entre acosador y víctima, no por ello es menos grave. Las consecuencias emocionales en el acosado son las mismas que las del mobbing dentro del contexto real: depresión, ansiedad, aislamiento, fobia escolar…
Además, el ciberacoso tiene varias peculiaridades que agravan este fenómeno. La primera es la velocidad en la que se intensifica el hostigamiento, puesto que el acosador, como ya se ha indicado, se siente protegido por la pantalla. Y no olvidemos tampoco la rapidez con la que se difunde la información a través de las RRSS.
La segunda tiene que ver con terceros… con los espectadores. Es habitual que los compañeros se conviertan en cómplices propagando las burlas y bulos. Y, por último: la dificultad que supone a las familias y educadores detectar la situación cruel que el niño o adolescente está viviendo.
¿Cuál es el perfil de acosador escolar?
Numerosos estudios coinciden en que los agresores, en su mayoría, comparten los siguientes rasgos:
- Muestran comportamientos disruptivos y desafiantes como consecuencia de una percepción negativa de sí mismos. Algunos aseguran sentirse faltos de afecto.
- Son impulsivos, tienen poca tolerancia a la frustración y una baja capacidad de autocrítica.
- Suelen sufrir problemas familiares. En algunos casos los padres son demasiado permisivos con el hijo. En otros, viven situaciones violentas dentro de su propio núcleo familiar.
- Y el rasgo más común: son niños o adolescentes sin empatía ni habilidades sociales y con pocos o nulos recursos en la resolución de conflictos.
Sin duda, frenar el bullying escolar es un trabajo de todos y por el bien de todos: de la víctima que debe apartar el miedo y denunciar; de los espectadores que no deben adoptar el rol de cómplices; de las familias que deben educar en valores y en el uso de las TICs y redes a sus hijos; y, por supuesto, del equipo educativo del centro.
Es muy importante que los profesores y psicopedagogos cuenten con formación para entender los diferentes tipos de violencia escolar y así sean capaces de detectar, prevenir y manejar la violencia en el entorno educativo.