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Fragmentación y desigualdad: así se debilita el tejido social

La fragmentación y la desigualdad debilitan el tejido social, generando desconfianza, reduciendo la cohesión comunitaria y dificultando la construcción de entornos seguros y solidarios.

La fragmentación del tejido social y el aumento de la desigualdad no son consecuencias naturales de la modernidad, sino efectos estructurales del sistema capitalista contemporáneo

En un mundo marcado por la competencia individual, el aislamiento urbano y la desigualdad estructural, el tejido social se encuentra profundamente tensionado. Esta red de vínculos, afectos, normas y solidaridades que da sentido a la vida colectiva se debilita cuando lo común se fragmenta y la confianza desaparece.

Como plantea Zygmunt Bauman (2005), vivimos en sociedades que generan “residuos humanos”: sujetos excluidos no solo del bienestar material, sino también de la pertenencia simbólica.

La fragmentación del tejido social y el aumento de la desigualdad no son consecuencias naturales de la modernidad, sino efectos estructurales del sistema capitalista contemporáneo, que ha priorizado la eficiencia económica y el rendimiento individual por encima del lazo social, la equidad y la solidaridad.

Este artículo propone reflexionar sobre qué es el tejido social, cómo se deteriora, y por qué su reconstrucción es urgente para cualquier proyecto de justicia y paz duradera.

Maestría en Intervención Social

¿Qué es el tejido social?

El tejido social es el conjunto de relaciones simbólicas, prácticas cotidianas e instituciones que permiten la convivencia y la construcción de comunidad. No es unívoco ni estático: cambia con el tiempo, se fortalece o se debilita según las condiciones históricas.

Según Boaventura de Sousa Santos (2014), el tejido social no puede entenderse desde una sola perspectiva, especialmente si esa perspectiva reproduce lógicas eurocéntricas, técnicas o colonialistas. Propone, en cambio, lo que denomina epistemologías del Sur: un marco que reivindica los saberes comunitarios, ancestrales, populares y subalternos que han sido históricamente invisibilizados o desprestigiados por el pensamiento hegemónico. En este sentido, la reconstrucción del tejido social no puede limitarse a intervenciones institucionales verticales ni a modelos universales. Implica reconocer otras formas de saber, de sentir y de organizar la vida en común, que emergen desde las experiencias de los pueblos, los barrios, los cuerpos excluidos y las memorias colectivas. Recuperar estas voces no solo es una cuestión de justicia epistemológica, sino una vía imprescindible para imaginar futuros más igualitarios y convivenciales.

Características del tejido social

Entre las características del tejido social, destacan:

  • Interdependencia entre sujetos y grupos.
  • Normas y valores compartidos que estructuran el comportamiento social.
  • Confianza horizontal y vertical (entre personas e instituciones).
  • Participación colectiva en decisiones comunitarias.
  • Memoria colectiva como base de identidad común.

Como señala Pierre Bourdieu (1986), estas dinámicas no son neutras: las formas de vínculo social también reflejan relaciones de poder. Quien tiene mayor capital social puede fortalecer sus redes; quien ha sido marginado, apenas sobrevive en la periferia del tejido.

Ejemplos de tejido social

El tejido social comunitario se expresa en redes de cuidado mutuo, cooperativas, organizaciones barriales, fiestas populares o colectivos culturales. También en las redes informales que articulan soluciones a problemas que el Estado ha dejado sin respuesta.

Estos espacios no solo producen solidaridad: también generan identidad, resistencia y saber colectivo. Como bien observa Verónica Gago (2019), en los márgenes y en los cuerpos feminizados, se tejen formas potentes de vida comunitaria que desafían el neoliberalismo.

Causas del debilitamiento y deterioro del tejido social

  • Fragmentación

La fragmentación del tejido social se produce cuando los vínculos entre personas o grupos se debilitan o rompen. La urbanización excluyente, el miedo al otro, el auge del individualismo y la despolitización de lo común generan islas sociales.

Nancy Fraser (1997) advierte que la exclusión no es solo económica: también es simbólica. Grupos enteros son invisibilizados, desprestigiados o estigmatizados, y esto erosiona su capacidad de participar y ser reconocidos como parte del nosotros.

  • Desigualdad

La desigualdad social, económica, cultural y territorial no solo genera carencias materiales: reproduce jerarquías profundas que impiden la construcción de comunidad. Cuando los derechos y las oportunidades se distribuyen de forma injusta, los vínculos de solidaridad se erosionan, la confianza se desvanece y las narrativas comunes se fragmentan. La desigualdad rompe el “nosotros” colectivo, pues instala fronteras entre quienes pueden habitar la ciudad con dignidad y quienes son relegados a los márgenes, tanto físicos como simbólicos.

Como plantea Pilar Calveiro (2012), la desigualdad extrema no solo margina: selecciona quién merece vivir con derechos y quién puede ser descartado sin consecuencias. Se trata de una verdadera política de lo prescindible, donde ciertos cuerpos —pobres, racializados, jóvenes, disidentes— y ciertos territorios —periferias urbanas, comunidades rurales, barrios sitiados por la violencia— quedan fuera del pacto social. Esta desigualdad no es accidental ni meramente cuantitativa, sino estructural y selectiva: organiza una forma de vida donde la exclusión no es excepción, sino norma.

Reconstrucción y fortalecimiento del tejido social

La reconstrucción del tejido social no puede ser paternalista ni superficial. Requiere procesos de largo plazo que:

  • Reconozcan el daño histórico de la exclusión.
  • Incorporen a los actores comunitarios como protagonistas.
  • Transformen estructuras de poder y distribución de recursos.
  • Valoren saberes locales, prácticas ancestrales y conocimientos populares.
  • Apoyen iniciativas que reconozcan la dignidad epistémica de los saberes comunitarios, ancestrales y populares, tal como propone Boaventura de Sousa Santos en su llamado a construir epistemologías del Sur.
  • El fortalecimiento del tejido social es, en esencia, una apuesta por la dignidad compartida.

La Maestría en Intervención Social de UNIR prepara profesionales capaces de comprender estos procesos, intervenir con ética y diseñar estrategias colectivas para reconstruir lo común desde abajo.

El tejido social no es solo una metáfora: es una realidad concreta, tejida con cuerpos, emociones, memorias y luchas. En un mundo donde la fragmentación y la desigualdad avanzan, reconstruir ese tejido no es solo una tarea técnica: es un acto político, ético y profundamente humano.

Autora
Dra. Norma Saldívar Hadad
Coordinadora Académica de la Maestría en Intervención Social de UNIR México.

Referencias

  • Bauman, Z. (2005). Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias. Paidós.
  • Bourdieu, P. (1986). The forms of capital. En J. G. Richardson (Ed.), Handbook of theory and research for the sociology of education (pp. 241–258). Greenwood Press.
  • Calveiro, P. (2012). Violencias de Estado. Siglo XXI.
  • Fraser, N. (1997). Justice interruptus. Routledge.
  • Gago, V. (2019). La potencia feminista. Tinta Limón.
  • Santos, B. de S. (2014). Epistemologías del Sur. CLACSO.

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